Emperador Carlos V
El 19 de septiembre de 1517 llegó Carlos a Castilla; el regente, el cardenal Cisneros falleció cuando se dirigía a recibirlo. Digamos, entonces, de paso, que Carlos no encontró quien le contradijera o impugnara sus decisiones. Fuera de su tutor, el señor Guillermo de Croy, se asesoró de Mercurino Gattinara, servidor de Margarita de Saboya y de Maximiliano de Habsburgo.
No obstante la llegada de Carlos produjo descontento entre los señores feudales de Castilla y Aragón; ellos no veían con buenos ojos a un príncipe que no hablaba castellano y se rodeaba de consejeros foráneos. (Sea este el momento de decir que el futuro Carlos I de España no hablaba tampoco la lengua germana; esta clase de eventualidades le hacían depender de intérpretes y traductores para entenderse con todos sus súbditos).
Se dice que desde ese tiempo Carlos, heredero de los Habsburgo y los Trastámara, acariciaba la idea de un gran imperio unificado en torno a la religión católica.
Llegado a España en 1517, se cernía sobre el ambiente la ambigüedad del poder: ¿era Juana el verdadero monarca? O ¿era Carlos, su hijo?
El señor de Chièvres propuso que por conveniencia se proclamara la soberanía de ambos, aclarado que Carlos firmaría a nombre de Juana hasta tanto esta recuperara su lucidez.
Carlos es, entonces coronado monarca de Castilla y de Aragón con el nombre de Carlos I; de repente muere su abuelo, Maximiliano I de Habsburgo y se abre la disputa sobre su posible sucesor.
Francisco I de Francia y Enrique VIII de Inglaterra ambicionaban este cargo; los señores de Sajonia, Baviera y Austria, por su parte, ven con buenos ojos a Fernando, el tercer hijo de Juana y Felipe el hermoso.
Los distintos sectores políticos implicados hacían sus movimientos con tal de tener de su lado al nuevo emperador, cualquiera que este fuese. Pero Carlos I de España no se amilanó y se declaró heredero del imperio, faltándole tan solo los rituales propios de su condición. No fueron suficientes las intrigas tramadas por el papa León X y por Francisco I, puesto que el 28 de julio de 1519 es elegido Carlos como emperador por unanimidad. Adoptará el nombre de Carlos V.

No obstante la llegada de Carlos produjo descontento entre los señores feudales de Castilla y Aragón; ellos no veían con buenos ojos a un príncipe que no hablaba castellano y se rodeaba de consejeros foráneos. (Sea este el momento de decir que el futuro Carlos I de España no hablaba tampoco la lengua germana; esta clase de eventualidades le hacían depender de intérpretes y traductores para entenderse con todos sus súbditos).
Se dice que desde ese tiempo Carlos, heredero de los Habsburgo y los Trastámara, acariciaba la idea de un gran imperio unificado en torno a la religión católica.
Llegado a España en 1517, se cernía sobre el ambiente la ambigüedad del poder: ¿era Juana el verdadero monarca? O ¿era Carlos, su hijo?
El señor de Chièvres propuso que por conveniencia se proclamara la soberanía de ambos, aclarado que Carlos firmaría a nombre de Juana hasta tanto esta recuperara su lucidez.
Carlos es, entonces coronado monarca de Castilla y de Aragón con el nombre de Carlos I; de repente muere su abuelo, Maximiliano I de Habsburgo y se abre la disputa sobre su posible sucesor.
Francisco I de Francia y Enrique VIII de Inglaterra ambicionaban este cargo; los señores de Sajonia, Baviera y Austria, por su parte, ven con buenos ojos a Fernando, el tercer hijo de Juana y Felipe el hermoso.
Los distintos sectores políticos implicados hacían sus movimientos con tal de tener de su lado al nuevo emperador, cualquiera que este fuese. Pero Carlos I de España no se amilanó y se declaró heredero del imperio, faltándole tan solo los rituales propios de su condición. No fueron suficientes las intrigas tramadas por el papa León X y por Francisco I, puesto que el 28 de julio de 1519 es elegido Carlos como emperador por unanimidad. Adoptará el nombre de Carlos V.

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