¡Bienvenidos a este nuevo blog! Donde vamos a recordar algunos de los acontecimientos más importantes que han tenido lugar a lo largo de la humanidad. "Dicen que la historia se repite, lo cierto es que sus lecciones no se aprovechan"
jueves, 24 de febrero de 2011
miércoles, 23 de febrero de 2011
DISCURSO DE JULES FERRY ANTE LA CÁMARA: PARÍS 1885
Aquí os dejo un discurso de Jules Ferry sobre la política colonial en el siglo XIX.
viernes, 18 de febrero de 2011
martes, 15 de febrero de 2011
EL EMPERADOR CARLOS V
Emperador Carlos V
El 19 de septiembre de 1517 llegó Carlos a Castilla; el regente, el cardenal Cisneros falleció cuando se dirigía a recibirlo. Digamos, entonces, de paso, que Carlos no encontró quien le contradijera o impugnara sus decisiones. Fuera de su tutor, el señor Guillermo de Croy, se asesoró de Mercurino Gattinara, servidor de Margarita de Saboya y de Maximiliano de Habsburgo.
No obstante la llegada de Carlos produjo descontento entre los señores feudales de Castilla y Aragón; ellos no veían con buenos ojos a un príncipe que no hablaba castellano y se rodeaba de consejeros foráneos. (Sea este el momento de decir que el futuro Carlos I de España no hablaba tampoco la lengua germana; esta clase de eventualidades le hacían depender de intérpretes y traductores para entenderse con todos sus súbditos).
Se dice que desde ese tiempo Carlos, heredero de los Habsburgo y los Trastámara, acariciaba la idea de un gran imperio unificado en torno a la religión católica.
Llegado a España en 1517, se cernía sobre el ambiente la ambigüedad del poder: ¿era Juana el verdadero monarca? O ¿era Carlos, su hijo?
El señor de Chièvres propuso que por conveniencia se proclamara la soberanía de ambos, aclarado que Carlos firmaría a nombre de Juana hasta tanto esta recuperara su lucidez.
Carlos es, entonces coronado monarca de Castilla y de Aragón con el nombre de Carlos I; de repente muere su abuelo, Maximiliano I de Habsburgo y se abre la disputa sobre su posible sucesor.
Francisco I de Francia y Enrique VIII de Inglaterra ambicionaban este cargo; los señores de Sajonia, Baviera y Austria, por su parte, ven con buenos ojos a Fernando, el tercer hijo de Juana y Felipe el hermoso.
Los distintos sectores políticos implicados hacían sus movimientos con tal de tener de su lado al nuevo emperador, cualquiera que este fuese. Pero Carlos I de España no se amilanó y se declaró heredero del imperio, faltándole tan solo los rituales propios de su condición. No fueron suficientes las intrigas tramadas por el papa León X y por Francisco I, puesto que el 28 de julio de 1519 es elegido Carlos como emperador por unanimidad. Adoptará el nombre de Carlos V.

No obstante la llegada de Carlos produjo descontento entre los señores feudales de Castilla y Aragón; ellos no veían con buenos ojos a un príncipe que no hablaba castellano y se rodeaba de consejeros foráneos. (Sea este el momento de decir que el futuro Carlos I de España no hablaba tampoco la lengua germana; esta clase de eventualidades le hacían depender de intérpretes y traductores para entenderse con todos sus súbditos).
Se dice que desde ese tiempo Carlos, heredero de los Habsburgo y los Trastámara, acariciaba la idea de un gran imperio unificado en torno a la religión católica.
Llegado a España en 1517, se cernía sobre el ambiente la ambigüedad del poder: ¿era Juana el verdadero monarca? O ¿era Carlos, su hijo?
El señor de Chièvres propuso que por conveniencia se proclamara la soberanía de ambos, aclarado que Carlos firmaría a nombre de Juana hasta tanto esta recuperara su lucidez.
Carlos es, entonces coronado monarca de Castilla y de Aragón con el nombre de Carlos I; de repente muere su abuelo, Maximiliano I de Habsburgo y se abre la disputa sobre su posible sucesor.
Francisco I de Francia y Enrique VIII de Inglaterra ambicionaban este cargo; los señores de Sajonia, Baviera y Austria, por su parte, ven con buenos ojos a Fernando, el tercer hijo de Juana y Felipe el hermoso.
Los distintos sectores políticos implicados hacían sus movimientos con tal de tener de su lado al nuevo emperador, cualquiera que este fuese. Pero Carlos I de España no se amilanó y se declaró heredero del imperio, faltándole tan solo los rituales propios de su condición. No fueron suficientes las intrigas tramadas por el papa León X y por Francisco I, puesto que el 28 de julio de 1519 es elegido Carlos como emperador por unanimidad. Adoptará el nombre de Carlos V.

ANÉCDOTA DE LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL
UNA NOCHE DE NAVIDAD EN LAS TRINCHERAS Por alguna razón desconocida hasta ahora, la victoria más grande que obtuvo el hombre en la primera guerra mundial ha sido sistemáticamente silenciada por la historia. Ocurrió en la Navidad de 1914. Esa noche un espíritu de paz y fraternidad prendió en forma espontánea e incontenible entre los soldados que, abandonando sus armas, corrieron a abrazarse en medio del campo de batalla.

Desde el Canal de la Mancha hasta la frontera franco-suiza, se extendían frente a frente las trincheras enemigas de primera y de segunda línea. Allí en pocas horas los cadáveres se acumulaban hasta alcanzar alturas de un metro y más. Los soldados vivían el interminable calvario de las heladas, el barro, las inundaciones, los piojos, las infecciones y el hambre. A todo eso se agregaban los bombardeos, los asaltos y más tarde los ataques con lanzallamas y gases tóxicos que reventaban los pulmones y los ojos.
“Las trincheras se excavaban con todos los medios aprovechables —recordaba un capitán francés de infantería—. Se queda uno estupefacto cuando se traslada retrospectivamente a esos fosos apenas suficiente para guarecer a un hombre de pie, con troneras por las cuales con dificultad lograba asomarse la cabeza... Fue ése un verdadero período de retomo a la choza primitiva. Los hombres, acostados unos contra otros encima de un poco de heno, se daban calor mutuamente...”
“La alambrada de púas es la obsesión del soldado de infantería —anotaba en una carta un combatiente anónimo—. Toda su audacia, su valor se anulan en cuanto tropieza en el asalto con una red a medio destruir. Sabe que si se engancha en las mallas enredadas, los hilos de la red lo mutilarán y allí quedará aprisionado para sufrir una lenta agonía”.
Sin embargo, en medio de ese infierno, se originó un suceso que ayuda a mantener viva la confianza en el hombre.
La noche de Navidad de 1914 hubo una luna esplendorosa en diversos lugares del frente occidental. La tierra estaba helada y blanca y una calma inusual se extendió a lo largo de las excavaciones y de las alambradas. De pronto los ingleses advirtieron que varias luces comenzaban a encenderse en las líneas enemigas. Al principio no se explicaron lo que ocurría. Después, alguien se dio cuenta de que al otro lado de la “tierra de nadie”, una franja de cerca de 50 metros que separaba las trincheras, los alemanes estaban preparando arbolitos de pascua. Cerca de las 12 se escucharon coros entonando la tradicional canción navideña: “Noche de paz, noche de amor...”, y otros villancicos.
Cada vez que los alemanes concluían una canción, sus enemigos ingleses los aplaudían. Los británicos, entusiasmados con la celebración, improvisaron sus propios coros y así la casi cinco meses de guerra, no se escucharon disparos en el mundo.
Como se ha dicho, el suceso fue y sigue siendo olvidado. Los informes oficiales hablan de una tregua espontánea o se limitan a reproducir la fórmula de “sin novedad en el frente”, que Erich María Remarque usaría como título para una de las novelas antibélicas más populares de la postguerra. Los textos de historia no mencionan el asunto y sólo se ha dado cuenta de él en artículos aislados de publicaciones pacificistas y en revistas como las Se1ecciones del Reader’s Digest.
Cuando los altos mandos militares se enteraron de lo que realmente había sucedido, dispusieron serias medidas para evitar que se siguiera propagando esa epidemia de fraternidad. La publicidad de guerra de ambos bandos había pintado al enemigo como un conjunto de monstruos capaces de las peores atrocidades. Si seguían dándose la mano los unos con los otros, iban a comprobar que eran buenas personas y eso resultaba peligroso para los grandes poderes que provocaron y que mantenían el conflicto.
¿Pudo la tregua de 1914 haber puesto fin a la Primera Guerra Mundial?
Un sobreviviente, Albert Moren, cree que sí. “Si la tregua se hubiera prolongado otra semana”, asegura, “habría sido muy difícil reiniciar la guerra”. En este caso se habrían salvado casi nueve millones de hombres que morirían antes del Armisticio.
La tregua navideña de 1914 continuó en algunos sectores del frente hasta el Año Nuevo, y aún después. “tuvimos que dejar que durara todo ese tiempo”, explicó un alemán, en una carta enviada a su casa. “Queríamos ver cómo salían las fotos que ellos nos tomaron”.
(Ver Las Trinchera en la Primera Guerra Mundial)
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